#5: Rosella
En mi niñez, nunca tuve una casa de muñecas. Mi amiga tenía una, y siempre me pareció lo más hermoso que había visto en mi vida. Soñaba con sentarme allí pasar el tiempo maravillándome con todos sus pequeños detalles. Si alguien me hubiera regalado una casa de muñecas a esa edad, sin dudas me habría vuelto loca de la emoción.
Sin embargo, ¿habría estado tan emocionada como para formar una conexión psíquica con la donante de la casa de muñecas a tal punto que me permitiera poder reconocerla en una tienda sin haberla visto nunca antes en mi vida? Yo creo que no. Bueno, esta escritora sí lo logró… o, de alguna manera, hizo una conjetura muy (muy) afortunada. Es difícil de determinarlo. Lo dejaremos a tu criterio.