La vida de oficina no es para todos
A esta altura, ya hemos oído bastantes historias de terror sobre centros de llamadas que casi nunca terminan bien. Pero el hecho de que esta persona renunciara el primer día ni siquiera tenía que ver con la empresa, sino con la vida de oficina en general. Su nuevo trabajo le exigía llamar para conseguir donativos para diversas organizaciones sin ánimo de lucro, lo que no parece ser tan malo.
Sin embargo, esta persona ya sentía que odiaba las oficinas y los cubículos en general. Cuando se sentó para hacer su primera llamada, su cerebro no le permitió continuar: estaba fuera incluso antes del almuerzo. Esperemos que esta persona haya podido encontrar otro trabajo que no desencadenara una respuesta de lucha o huida tan intensa.